La desaparición del joven de Oter, A. L., sumió
en la intriga al vecindario entero de Oter (Guadalajara), en el mes de
marzo de 1913.
Tras unos días de búsqueda sin fortuna y pocas
averiguaciones más, el juzgado decidió archivar la causa. Agapito era un
pobre muchacho que rondaba lo que entonces se llamaba “imbecilidad”, es
decir, que tenía cierto retraso mental.
Su padre, por ocuparlo en algo,
le dio a guardar los ganados de la familia, ejerciendo el honroso
puesto de pastor, algo que debía de cumplir con total exactitud. Su
mente, al parecer, no llegaba a más. Tenía, en el momento de su
desaparición, alrededor de 27 años.
Nos lo cuenta Tomás Gismera Velasco,
autor de referencia en Guadalajara, y creador de la serie "Guadalajara,
crónica parda".